diumenge, 11 de desembre del 2011

LA LIVIANDAD DE LA FIRMEZA






Entré en la calle estrecha, como nacida en un lugar diferente, indios, pakistanies, lenguas y culturas diferentes mezclándose con el aroma a especias exóticas; ropas, saris, fulares, de bellos colores teñían mis ojos de intensas emociones.Mis pasos lentos, pausados, me permitían observar con parsimonia dosificada todo lo que sucedía a mi alrededor, y también dentro de mí; una paz inmensa invadía cada poro de mi piel...sé ver las cosas y callar, siempre lo he hecho, no sé bien porqué...tal vez, porqué las palabras mentirosas siempre dicen la verdad ya que al final acaban traicionándose las unas a las otras sin darse apenas cuenta...pero ahora la armonía que se expandía dulcemente en mi interior me permitía ignorar las incoherencias más evidentes y...sonreír ¿qué podían importarme, si era capaz de sentir la armonía de ser un soplo sutil e infinito de Dios, dentro del espectáculo maravilloso que me rodeaba...? Podía ver el reflejo divino en cada rostro, en cada mirada, en cada palabra,en cada gesto de los transeúntes; podía observar sus vidas, sus preocupaciones, su dolor o su alegría, sus sueños... como los míos, desde una distancia ilimitada con la mirada de lo impersonal.Un vacío repleto de plenitud...

Observé mis deseos como algo ajeno, me parecieron tan livianos que podía verlos flotar sobre mis manos, para deslizarse más tarde entre mis dedos y caer al vacío, constaté su existencia dentro de la inexistencia de mi piel. Una realidad encerrada en un sueño irreal.Medí los deseos en centímetros de amor y de caricias... una paloma picoteando migajas del suelo me arrancó de mis cálculos y se llevó mis números consigo.De qué sirven si sólo se aprecia tu sonrisa sin ver el llanto y la resignación que se esconde detrás, pero... tampoco es eso...la auténtica realidad es que la piel que se tiñe de colores suele esconder falsedad pero los falsos corderos siempre retroceden cuando das un paso adelante y esa, es un arma extremadamente eficaz si se sabe utilizar antes de ser herido.

Entré en la calle estrecha y me sentí diferente, entre gente diferente,y mis ojos ingenuos se iluminaron ante tanta belleza y mi corazón vibró, intocable y libre ,en una quietud serena incomparable a cualquier otro sentimiento terrenal y entonces lo supe...

Mi vida se difuminó en un instante como algo etéreo, sutil, sin forma y sin contenido, y la vi de lejos y me pareció maravillosa en cada uno de sus rincones, en cada uno de sus instantes, en cada una de sus raíces, ahora desprendidas de la falsa fijación del  suelo del ego...lo firme se convirtió en liviano.


Entré en la calle estrecha y... todavía sigo allí.

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